
California es famosa por muchas cosas, pero destacan sus playas. La costa del Estado Dorado se extiende a lo largo de unos increíbles 840 kilómetros, y entre sus playas más extensas se encuentra un lugar que le dejará sin aliento. A sólo un corto trayecto en coche, menos de tres horas por la pintoresca e icónica autopista 101, encontrará este lugar especial conocido por su arena dorada y suave y sus perfectas olas hechas para el surf. Pero eso no es todo. También es uno de los mejores lugares para presenciar la mágica migración de la mariposa monarca.
Escondida en el sur del condado de San Luis Obispo, Pismo Beach tiene un encanto al que lugareños y visitantes no pueden resistirse. Gracias a su suave clima mediterráneo y a sus impresionantes vistas al océano, es fácil entender por qué. Hoteles como Shore Cliff y The Cliffs ofrecen lugares impresionantes para ver la puesta de sol, pintando el cielo con colores vibrantes mientras las olas chocan contra la escarpada costa.
Pismo también tiene una historia fascinante. La zona fue originalmente el hogar del pueblo Chumash, que la llamó «Pismu» por el alquitrán natural que utilizaban para sellar sus canoas y cestas. Los exploradores españoles pasaron por aquí en 1769 y, tras la independencia de México, las tierras pasaron a formar parte del Rancho Pismo.
La ciudad se fundó oficialmente en 1891 y creció en torno a una floreciente industria de almejas, lo que le valió el sobrenombre de «Capital Mundial de la Almeja». Aunque la población de almejas ha disminuido, el rico pasado de la ciudad añade un carácter especial a este bello paraje costero.
Si le gusta el surf, Pismo no le decepcionará. Orientada al suroeste, la playa recibe oleajes constantes que crecen especialmente con la marea alta. Durante el invierno, las olas pueden alcanzar hasta metro y medio, lo que la convierte en un atractivo lugar de recreo para surfistas de todos los niveles , desde principiantes hasta profesionales.
Y desde finales de octubre hasta febrero, esta tranquila ciudad costera se transforma en algo aún más mágico: miles de mariposas monarca llegan hasta aquí desde los lejanos estados del norte y Canadá, y se reúnen en las arboledas de eucaliptos para pasar el invierno.